Tras dos años en una trinchera laboral que pocos se atreverían a ocupar, Julio César Márquez, el activista y padre que se convirtió en emblema de la lucha por la justicia tras la tragedia de la Guardería ABC, ha anunciado su retiro de la Dirección de Regulación de Centros de Asistencia Social (CAS) del DIF Sonora. No es una renuncia por frustración o desinterés, sino un ejercicio de profunda honestidad y autocuidado.
Márquez, quien regresó a Hermosillo en octubre de 2021 para dedicarse a la supervisión de casas hogar, se encontró de frente con historias que son espejos del dolor que conoce: omisión de cuidados y maltrato a niñas, niños y adolescentes. “Siempre será un tema que duele y erosiona el ánimo o la estabilidad emocional”, reconoce en su comunicado.
Pero el activista, que ha aprendido a vivir con el peso de una batalla que no cesa, ha sido franco sobre sus límites. “Decidí dar un paso al costado esperando que mi relevo culmine o avance en tantos pendientes”, explica, al confesar que su salud, “en todos los sentidos”, y el reconocimiento de que “ya no estaba al nivel de mis capacidades desde hacía más de un año” fueron los motores de esta difícil decisión. Es un acto de valentía que desarma la narrativa del héroe infalible: ante la salud mental, el activismo debe hacer una pausa.
El texto de Márquez no es una despedida definitiva, sino la aceptación de un cambio de ciclo. Agradece a quienes le abrieron las puertas en el DIF Sonora, reconoce la labor de sus compañeros en la restitución de derechos y, lo más importante, se reafirma en la certeza de que “primero debo pensar en mí y recuperarme”.
Para alguien cuyo nombre está inextricablemente ligado al dolor de la infancia vulnerada, esta pausa es una declaración de que, aunque la vida “es en sí misma un ciclo” y este capítulo profesional se cierra, la lucha por un mañana más seguro continúa. Su mensaje final es claro y conmovedor: “No es el fin, es el inicio de un nuevo ciclo… Aquí sigo”.
