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No se necesita tener un desaparecido para unirse a la búsqueda: voluntarios apoyan a víctimas en Sonora

“Los voluntarios hacen mucho por las familias, pues hay muchas que no pueden salir a buscar”, explica Milagros, fundadora de Jóvenes Buscadores de Sonora.
“Para estar en un colectivo de búsqueda no se necesita tener un familiar desaparecido”, dice Milagros de Jesús, quien desde hace seis años se dedica a tratar de encontrar a sus dos hermanos.
A sus 20 años, Milagros tiene claro que los jóvenes, aún si no son víctimas directas de las desapariciones, son pieza clave para que los grupos de búsqueda continúen con su labor, y para que se haga eco y se sensibilice a la sociedad en general acerca de la gravedad del problema en México. Y es que, según cifras oficiales, en el país hay 96 mil 849 personas reportadas como desaparecidas o no localizadas.
“Creo que nosotros los jóvenes somos la esperanza de un mejor mundo. Necesitamos tomar parte de este ejercicio y multiplicar esta actividad, que en todos los estados se unan a proyectos y que inviten a quienes no tengan un familiar desaparecido, que no esperen a tener uno para unirse como voluntarios”, explica en entrevista.
Con la desaparición de su hermano Alejandro Guadalupe, en 2015, ella y su madre comenzaron a profesionalizarse por cuenta propia en las labores de búsqueda en vida y también de personas fallecidas, en distintos puntos del norte del país, comenzando en Los Mochis, Sinaloa, de donde son originarias.
Cuatro años después, en 2019, desapareció su otro hermano, Marco Antonio, en Kino, Sonora, lo que las obligó a redoblar esfuerzos. En el camino fueron encontrándose con otras familias que también tratan de localizar a un ser querido, y decidieron fundar la organización Madres Buscadoras de Sonora.
Sin embargo, también se encontraron con personas que tienen familiares desaparecidos que no se encuentran en posibilidad de dedicarse a buscarlos. Por ello, Milagros decidió emprender el colectivo Jóvenes Buscadores de Sonora, de voluntarios que acompañen al colectivo de Madres en sus actividades en campo, así como en las que realizan en hospitales, centros penitenciarios y espacios de desintoxicación en esta entidad, en la que las autoridades reportan 4 mil 205 personas desaparecidas y 25 sin localizar.
“Los voluntarios ayudan mucho, hacen mucho por las familias, pues hay muchas que no pueden salir a buscar. Ellos se convierten en sus ojos y sus manos”, comenta.
“Encontrar a alguien le da paz a una familia”
Aguilar, de 20 años, es uno de los dos voluntarios que forman parte de Jóvenes Buscadores de Sonora sin tener un familiar desaparecido. Estudia la licenciatura de Seguridad Pública, y cuenta que se unió al colectivo porque no quería quedarse con la teoría sobre los problemas sociales que abordan en la carrera, sino también “saber cómo la pasan y qué necesitan realmente las víctimas”.
“Decidí ser voluntario porque estudio Seguridad Pública, y trabajamos muchos temas sociales, la gran variedad de problemas de inseguridad, entre ellos las desapariciones. Desde ahí me interesé en los colectivos, las personas que prácticamente hacen el trabajo del Estado, y me convencí de que no podía quedarme solamente con lo que veía y leía en reportes”, señala.
Para él, cultivar la empatía como estudiante de una carrera que aborda las problemáticas de la violencia es crucial “para que el día de mañana que llegue a una oficina realmente sepa qué necesitan y cómo ayudarlas”.
En los dos meses que lleva como voluntario, Aguilar ha recorrido terrenos baldíos y cruzado cerros, acompañando a las Madres Buscadoras de Sonora a cavar con picos y palas, en busca de restos.
“Llevo poco tiempo en los colectivos, pero he aprendido que hay mucho que hacer, hay muchas fallas en el sistema y el Estado pretende ayudar, pero a veces no lo hace de la manera correcta o hay deficiencias y es necesario trabajar en ello, porque la problemática es muy grande y se nos está saliendo de las manos”, reflexiona.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, tan solo en lo que va de 2022 se han reportado la desaparición de 196 personas en todo el país, y el año pasado concluyó con 15 mil 94 registros de desaparecidos y no localizados.
“Por eso hay que seguir ayudando en lo que se pueda y continuar estudiando estas problemáticas”, agrega Aguilar.
A pesar de su compromiso con las acciones de familiares de desaparecidos, el joven reconoce que teme, más que por su vida, por la de sus padres. Aunque, dice, habiendo escogido estudiar temas de inseguridad “no creo estar nunca exento del peligro”. Eso es algo que lo motiva a seguir, porque “no se pueden quedar las cosas así”.
“No me queda más que encomendarme a Dios y salir a buscar con todas ellas”.
Milagros también reconoce que hay temor dentro de los colectivos, sobre todo porque el año pasado Aranza Ramos, una de sus integrantes, fue asesinada, y Leticia Álvarez, quien también trabaja con ellas, fue víctima de desaparición. Pero pese a ello, reflexiona: “mi único mensaje a los jóvenes es que se unan, que no tengan miedo, porque tal vez ellos puedan estar algún día en este lugar… no esperen que les pase”.
Los interesados en unirse como voluntarios pueden ponerse en contacto con el colectivo a través de las redes sociales de Jóvenes Buscadores de Sonora.
Además de jóvenes que puedan acompañar las búsquedas, Milagros espera que se acerquen a la organización especialistas en ciencias forenses y antropología, para continuar con la profesionalización de sus actividades, y que también los investigadores aprendan de primera mano sobre su labor.
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