Pablo Moctezuma Barragán
El primero de mayo, en todo el país y en todo el mundo, los trabajadores celebran el día del trabajo, oportunidad para reunirse, organizarse, visibilizar sus luchas y demandas, hacer un balance de la situación a la que se enfrentan, cómo están las cosas, qué hacer y planear lo qué quieren lograr en el próximo año. Se realiza una jornada de lucha en todos los rincones del mundo.
En 1889, los trabajadores de EU y la Internacional Comunista, determinaron conmemorar en todo el mundo el 1º de mayo como el Día del Trabajo, para honrar las luchas de la clase obrera.
Así, durante el congreso fundacional de la Segunda Internacional Comunista en París, se aprobó una resolución para conmemorar la huelga encabezada por trabajadores estadounidenses que luchaban por la jornada laboral de ocho horas. La huelga había comenzado el primero de mayo de 1886 y terminó cuando la policía desató la represión, lanzando ataques violentos contra los trabajadores que se habían reunido en Haymarket, Chicago, el 4 de mayo de 1886. La conmemoración de esta lucha de los “Mártires de Chicago”, se celebró por primera vez un primero de mayo de 1890, hace 134 años. Por cierto que en Estados Unidos, por instancias del presidente Grover Cleveland, el gobierno celebra la fecha el primer lunes de septiembre, ni siquiera determinan un día fijo, y en lugar de enfatizar sobre las demandas y movimientos de los trabajadores, le llaman Happy Labor Day (Día Feliz del Trabajo). Cuando trabajadores de todo el mundo resaltan sus demandas y unen sus fuerzas para impulsarlas y levantar su voz.
Las condiciones actuales en el mundo, las crisis que atravesamos, demandan a la clase obrera que enfrente y resuelva los problemas que ahogan a la sociedad. Mientras que las grandes potencias y sus corporaciones capitalistas impulsan la guerra y la destrucción, la máxima explotación de los trabajadores (formales, informales y migrantes) y el extractivismo, que no es otra cosa que el saqueo neocolonial; la clase obrera, que con su trabajo permite el desarrollo de la vida social, es la fuerza que tiene la capacidad de superar la crisis, de resolver la situación a favor de los pueblos, a favor de los derechos de todas y todos. Bajo las condiciones actuales, con todos los formidables avances de las fuerzas productivas, desarrollados por la clase obrera a nivel nacional e internacional, es posible y necesario construir un sistema de relaciones que armonice los intereses individuales con los colectivos y con la naturaleza.
La situación crítica que atravesamos exige terminar ya con la explotación entre las personas, así como detener la destrucción de la madre naturaleza en beneficio de unas cuantas corporaciones, protegidas por los gobiernos de las grandes potencias. Ellas son las que más contaminan, con sus guerras, invasiones, saqueos, afectan los ecosistemas, generan el calentamiento global, destruyen regiones enteras, todo con el fin de acumular grandes ganancias en pocas manos. Explotan los recursos naturales y no los convierten en fuente de armonía y bienestar para la gente, sino en alimento de su voracidad de ganancias y privilegios. La clase obrera lucha por limpiar, preservar, cuidar a la madre tierra, violarla significa la violación de sus pueblos y de nuestras obligaciones de honrar, respetar, amar y proteger a la Madre Tierra y a todas nuestras relaciones.
Hoy más que nunca, es necesario denunciar el genocidio que impulsan Israel y EU contra el pueblo palestino, las guerras que alimenta Estados Unidos y a la OTAN año tras año, la destrucción que provocan en Ucrania, que está a punto de colapsar, y donde quieren sacrificar “hasta el último ucraniano” para enfrentar a Rusia. Las y los trabajadores condenan el gasto bélico y las decenas de miles de dólares con que respaldan a Israel, mandándole armas, colaborando en sus planes militares, lo que es intolerable. Usar todos los recursos contra el pueblo palestino y los pueblos de Medio Oriente es inhumano y cruel. Prolongar la guerra en Ucrania a costa de la sangre del pueblo de ese país, es aberrante, como lo es atizar la tensión en Taiwan para enfrentar a China. Sobre todo considerando que en el fondo lo que buscan es seguir financiando al complejo militar industrial del propio EU, siempre sediento de dólares, de sangre y el único beneficiado de estas tragedias.
El primero de mayo, tenemos que levantar la bandera de los pueblos originarios, cuyos derechos han sido pisoteados durante siglos hasta un punto crítico, siendo los más grandes defensores de la tierra y de las relaciones comunitarias, cuyos derechos hereditarios no son negociables. Luchamos por los derechos plenos de las mujeres que en el siglo XXI juegan un papel fundamental en la lucha social y política, son las principales víctimas del sistema neocolonial y neoliberal actual. Levantar las demandas de la juventud que en la práctica se ve privada de derechos laborales por los que la clase obrera ha luchado 150 años y que con el retroceso actual les son negados a la aplastante mayoría.
Reconocer la dignidad del trabajo es hoy una necesidad, cuando “el mercado” ha colocado a los trabajadores, que son quienes levantan, construyen y mueven a la sociedad gracias a su labor, en una situación de marginación e indefensión, viéndose privados de los derechos que les corresponden. Toda la atención está puesta en las “inversiones” y sus ganancias, mientras las condiciones de los pueblos trabajadores han retrocedido muchas décadas atrás durante el neoliberalismo y se encuentran hundidos en la crisis.
Los derechos básicos: semana de ocho horas, salario digno, pensiones, reparto de utilidades, prestaciones, agua, vivienda y estabilidad en el trabajo, están ausentes. Las oleadas de migrantes en todo el mundo muestran que las condiciones de trabajo y vida en gran parte del planeta son inaceptables. Estos migrantes llegan a las ciudades de las grandes potencias, cuyos gobiernos han causado los problemas que los expulsan de su tierra natal, con sus políticas extractivistas, de saqueo, violencia y explotación. Los migrantes llegan a laborar sin papeles, en países como EU y otros, se convierten en modernos esclavos, sin derechos y son invisibilizados.
Es hora de terminar el colonialismo y el neocolonialismo, los europeos llegaron a despojar a los pueblos del mundo, como si la fuerza les diera el derecho de apoderarse de todo, como si las tierras que ocuparon no tuviesen dueño. Usaron la bandera de Dios para bendecir sus invasiones en busca de oro, tierra y esclavos, hoy usan la bandera del “mercado” para santificar su expoliación. Vivimos el neocolonialismo en sus formas más agresivas y el trabajo de las personas y los recursos de la naturaleza están siendo explotadas al máximo a niveles tan rapaces o más que en el colonialismo, por eso se dispara la migración en todos los continentes. Así como en el colonialismo, hoy se fomenta la división y la violencia entre los pueblos. Se usa al crimen organizado para mantener a las poblaciones paralizadas, ganar mercados para sus armas y seguir embruteciendo a los pueblos con la droga, que además es pretexto de EU para intervenir donde le venga en gana.
Las instituciones que prevalecen en el mundo están en crisis y sumen a sus pueblos en el caos y la desesperanza. En todos los continentes, a través de la desinformación, buscan desorientar y anular el pensamiento, el sentido de realidad de las personas, pretenden invisibilizar las salidas que existen frente a la guerra que atizan las grandes potencias y ocultan la explotación creciente de los pueblos que mantienen sometidos a pesar de que objetivamente tienen toda la posibilidad de liberarse y por cierto, así lo harán.
La clase obrera tiene su voz propia y no sólo busca su estrecho interés, sino el de toda la población, lucha por el bienestar social.
Para hacer justicia y abrir camino a la nueva sociedad, tiene una alternativa que es impulsar la renovación democrática para que el pueblo decida y corrija el rumbo. Renovar el proceso político y desarrollar una democracia auténtica, abrirá las puertas para que la clase obrera lleve adelante sus propuestas, genere mecanismos para que los derechos sean una realidad y para que la producción social beneficie a la sociedad en su conjunto.
Este Primero de Mayo, trabajadoras y trabajadores del mundo, se encuentran involucrados en una lucha de vida o muerte para traer un nuevo mundo que sirva a los intereses y bienestar de los pueblos, hacer oír su voz, levantar sus demandas y hacer valer su voluntad e intereses.
En México, en el marco de la Revolución se iniciaron las conmemoraciones del 1º de mayo. La primera vez que se conmemoró fue en 1913, organizada por la Casa del Obrero Mundial: el Hemiciclo a Juárez fue tomado y la voz obrera escuchada. Acompañados de tambores, pancartas y gritos, se posicionaron frente a la Cámara de Diputados, donde exigieron una jornada laboral de ocho horas y otras demandas, había que tener valor para salir a manifestarse en medio de la dictadura de Victoriano Huerta -asesino de Madero- pero lo hicieron y desde ese año continuó la tradición. En México, gracias a la Revolución, hicieron valer sus derechos básicos en el artículo 123. Esta lucha consiguió el reconocimiento a la jornada de ocho horas, los derechos laborales y de asociación, por primera vez en el mundo, siendo en su momento la Constitución Mexicana la más avanzada en lo social.
A causa del neoliberalismo y el neocolonialismo, el retroceso en México ha sido terrible, de una población de más de 90 millones en edad de trabajar, sólo 61 millones están en el mercado de trabajo y muchos de ellos desempleados o subempleados. Sólo 26.8 millones tienen empleos formales y de estos 15.3 millones reciben 2.1 veces el salario mínimo y por lo tanto están debajo de la línea de la pobreza. Mientras que la mayoría, 32.5% están en la informalidad. (Héctor Torres Gonzalez/Promotora por la suspensión del pago de la deuda pública). De modo que es imprescindible un Programa Nacional de Empleo y garantizar plenos derechos para todas y todos los trabajadores, incluyendo el trabajo doméstico.
Existen avances, al cierre de la actual administración federal, el salario mínimo sumaría un alza promedio anual del 18.5%; duplicando, en términos reales, el monto existente al inicio del gobierno de 88.36 pesos (Andres Peñaloza. SICmx). Sin embargo los salarios contractuales siguen muy castigados.
Hoy el pueblo trabajador demanda urgentemente para superar la crisis, que se tomen medidas como:
Cancelar concesiones de agua y mineras, además de aprobar nueva ley general de aguas y nueva ley minera.
Suspender pagos de la deuda, aumentar impuestos a corporaciones y gravar grandes fortunas para un sector estatal con fondos para empleo, mujer, salud, producción de vacunas, medicina tradicional, alimentos, litio y para fomentar la producción nacional y de pequeños productores.
Frenar la integración de México a EU y velar por la soberanía política, económica, cultural y militar del país. Alcanzar soberanía alimentaria y energética, en salud, vacunas, sin dependencias del extranjero y a sus dinámicas que provocan adicciones, violencia y guerra.
Por derechos garantizados para todas y todos, incluyendo migrantes. Seguridad, parar las desapariciones. Fin al outsorcing, garantizar prestaciones y estabilidad laboral, no a las UMAS, sí a un sistema nacional de pensiones. Control de precios y producción de calidad sin obsolescencia programada.
Rechazar a los carteles de partidos y al INE. Por una nueva Constitución que empodere al pueblo. Renovación democrática con elección y selección democrática de candidatos, no financiar partidos sino al proceso electoral. En las elecciones establecer primero el programa y plan de acciones para luego escoger a los candidatos, además de mandatar a los representantes.
Por lo pronto, ante las elecciones del 2 de junio es menester cerrar el paso al PRIAN que pretende retroceder a sus políticas de privatización, corrupción y neoliberalismo. Se necesita lograr fuerza y unidad para impulsar una transformación que sea profunda y resuelva problemas pendientes.
En México y en el mundo la clase obrera tiene la fuerza y la capacidad de resolver la crisis a su favor. Esa es la tarea que nos deja el legado de los Mártires de Chicago.