Son las 7:45 de la mañana y Andrea ya está montada y posicionada del timón de una retroexcavadora, en la carretera que conduce a San Ramón, en el Pueblo Mágico de Guadalupe.
A una velocidad de unos 30 kilómetros, llega manejando esta máquina a un pequeño lote qué está a pie de carretera, misma que es utilizada para cargar arena, grava o tepetate, mismos que venden de a cucharón o por “metros”, como dicen en el argot de la construcción.
Desde hace tres años, aprendió a manejar esta retroexcavadora, enseñada por su padre, a quien ayuda en la venta de materiales pétreos para la construcción.
A sus 19 años, cursa el quinta semestre de la Licenciatura en Nutrición, por la Universidad Autónoma de Zacatecas, una carrera profesional que se ha convertido en un sueño de vida.
Pero ahorita son vacaciones y aprovecha el tiempo en apoyar en el negocio a su papá.
Ella considera que esta actividad no es exclusiva de hombres, “las mujeres también podemos ser partícipe de los trabajos para la construcción”.
Cuando se requiere, con la retroexcavadora y el camión de volteo, esta joven acude al retiro de escombro.
Y en este ambiente de hombres, siempre ha encontrado respeto a su trabajo y a su persona, algo que le permite seguir desenvolviéndose de forma fluida.
Pero aunque domina esta actividad, al dedillo, tiene claro que en dos años más, cuando termine la Licenciatura en Nutrición, pondrá un consultorio y probará suerte ofreciendo sus servicios elaborando planes de alimentación y dando seguimiento a personas que necesiten mejorar sus hábitos alimenticios para mejorar su salud.